Morales: Music for Philip II
Alonso Lobo , Cristobal de Morales
Paul McCreesh (Conductor)
En abril de 1539, cuando se hallaba en Toledo embarazada del que podía haber sido su sexto hijo, la emperatriz Isabel de Portugal se sintió muy enferma. Los doctores Alfaro y Villalobos, que la atendían en el palacio de Fuensalida, trataban de curarle "así en lo tocante a la disposición de las calenturas pasadas como a la conservación de lo que está en el vientre..." La emperatriz no estaba bien desde octubre de 1537, mes en que dio a luz con dificultades a su quinto hijo, el príncipe Juan, fallecido poco después. Unas agudas fiebres tercianas en abril de 1539 pusieron en peligro su vida y la de su futuro hijo hasta el punto de que el doctor Villalobos, judío converso, comunicó con crudeza a Francisco de los Cobos, persona de toda confianza del emperador, sus temores a una intervención "porque yo no querría ser tan entrometido que me acusasen de muy agudo, que hay mil maliciosos que luego echan la culpa al puto de mi agüelo". La emperatriz abortó y falleció el 1 de mayo de aquel año, produciendo una gran conmoción en su esposo Carlos V, que se retiró unos días al toledano monasterio de la Sisla; el luctuoso suceso produjo dolor en todo el reino e incluso en toda la Europa imperial. El musicólogo y organista Clemente Terni se inclina a pensar que Cristóbal de Morales (c.1500-1553) pudo escribir su Missa pro defunctis a 5 voces para las exequias de la emperatriz en Roma, pues era entonces el maestro sevillano cantor de la Capilla Pontificia cuando éstas tuvieron lugar en la basílica de San Pedro (28 de mayo de 1539). Tal vez pudo entonarse este Réquiem en la presentación oficial del Juicio final de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, el 31 de octubre de 1541. Era inevitable que los imponentes frescos, y en especial la parte inferior, más visible, con los condenados cruzando el Estigio en la abarrotada barca de Carente, conmoviesen el ánimo de Morales y suscitasen en él la sombría atmósfera de su Missa pro defunctis a 5. Recordemos que Miguel Ángel comenzó a pintar sobre el muro del altar de la Capilla Sixtina el año 1535. Casi siete años de trabajo durante los cuales el insigne maestro andaluz pudo seguir paso a paso aquella obra gigantesca, ya que el 1 de septiembre de ese año había sido nombrado cantor de la Capilla papal. En cualquier caso, Morales publicó su Réquiem en Roma, en las prensas de Valerio y Ludovico Dórico en el año 1544, dentro de su volumen Christophori Morales Hispalensis Missarum líber secun-dus, de enorme repercusión en toda Europa y en las ciudades del Nuevo Mundo. Se sabe, por ejemplo, que fue cantado en México durante las ceremonias que en 1559 tuvieron lugar a la muerte de Carlos V. Sobre el Réquiem a 5 de Morales (compuso otro más breve, a 4 voces) el musicólogo austríaco August Wilhelm Ambros comentó: "La Missa pro defunctis, aunque magnífica, inspira terror. Uno tiembla en presencia de esta sombría y nocturna pieza maestra. Nos parece como si estuviéramos dando vueltas por criptas tenebrosas bajo bóvedas de plomo sustentadas por gruesas columnas. Todo en ella es sencillo y austero, lo más sobrio que pueda imaginarse. Ante la muerte, los colores palidecen y toda alegría cesa. Morales, el español, concibe la muerte en su más terrible seriedad..." Hizo bien, por tanto, Morales, según Robert Stevenson, en elegir para el grabado que ilustraba la obra en su edición la imagen de un esqueleto cavando la tierra.*** DIVERDI/ Art de: Andrés Ruiz TarazonaLa música de difuntos de Cristóbal de Morales gozó de tanto éxito que continuó cantándose a lo largo de todo el siglo XVI y fue modelo para otros compositores que abordaron el mismo género. Sonó en los funerales de Carlos V y de Felipe II, y en algunas catedrales sirvió como música para las misas de réquiem hasta el siglo XVIII. En su larga carrera, cercana a cumplir las tres décadas, Gabrieli Consort se ha movido con absoluta propiedad en un repertorio amplísimo, que incluye la mejor música del Renacimiento español, como confirman sus grabaciones dedicadas a Victoria, Morales y otros compositores españoles de su tiempo.*** 1
Cristóbal de Morales (c. 1500-1553): Requiem (1544)
Officium defunctorum: Invitatorium
Antífona “Circumdederunt me”
Salmo 94: “Venite, Exultemus Domino”
Missa pro Defunctis (1544)
Introitus: “Requiem aeternam”
Kyrie
Oratio – Dominus vobiscum
Epistola
Graduale: “Requiem aeternam”
Tractus: “Absolve, Domine”
Sequentia: “Dies irae”
Evangelium
Offertorium: “Domine Jesu Christe”
Prefatio
Sanctus
Benedictus
Pater noster
Agnus Dei
Communio: “Lux aeterna”
Postcommunio
Alonso Lobo (ca. 1555-1617): Versa est in luctum (motete a 6 voces)
Cristóbal de Morales (Referencia de la imagen)
Morales se formó como niño cantor del coro de la Catedral de Sevilla, junto al poeta y maestro de capilla Pedro Fernández de Castilleja y al insigne Francisco de Peñalosa, importador de la técnica flamenca. Su segundo puesto profesional, en 1526, fue el de maestro de capilla de la catedral de Ávila. En 1529 pasó a la de Plasencia, donde desempeñó el cargo hasta 1532, mereciendo el reconocimiento del Cabildo por el esfuerzo dedicado a las tareas de enseñanza. No hay duda de que Morales era un cantante notable y cuando en 1535 viajó a Roma, el propio Paulo III se ocupó de hacerlo entrar en el coro papal, en el que permaneció hasta 1545; ésta es al menos su propia versión. En la capilla papal Morales disfrutó del contacto con algunos de los más notables compositores del momento, miembros también del coro, como Costanzo Festa, Jacques Arcadelt o Nicolas Gombert junto al cual publicó muchas de sus obras en ediciones conjuntas.
En 1545, después de intentar sin éxito conseguir otro puesto en Italia, volvió a España, al quedar vacante el de maestro del coro de la catedral de Toledo. Allí sustituyó al dimisionario Andrés de Torrentes, un compositor extraordinario aunque escasamente conocido. La vida profesional de Morales en España se volvió difícil, a pesar del universal reconocimiento que ya entonces merecía su obra. Hallazgos recientes han confirmado que en los dos años que permaneció en Toledo, Morales continuó componiendo obras magníficas, aunque olvidadas, a la vez que se convertía en maestro de otro de los grandes de la época, Francisco Guerrero, entonces aún adolescente. Los últimos años los pasó Morales primero en Marchena, al servicio del Duque de Arcos, y finalmente en Málaga, donde protagonizó una relación conflictiva con el cabildo de la catedral, de la que era maestro de capilla.
La obra de Morales ha sido el objeto secular de una polémica estéril, que se prolonga hasta nuestros días, sobre su carácter español o foráneo. En 1549 Juan Bermudo caracterizó su música como extranjera, y desde entonces nunca ha faltado quien resaltara la influencia de músicos como Josquin Des Prés y Johannes Ockeghem, introducida en España por Francisco de Peñalosa, maestro de Capilla de Fernando el Católico. Felipe Pedrell y su amigo Francisco Asenjo Barbieri resucitaron a fines del siglo XIX, época de nacionalismo musical, la cruzada para rescatar la imagen “española” del maestro. Ciertamente no faltan pruebas de continuidad con la tradición y el espíritu de la música ibérica, como el que algunas de sus misas se basaran en melodías tradicionales españolas o su utilización de la armonía. Otros han usado argumentos menos tangibles, como un supuesto misticismo típicamente hispano, paralelo al de una Santa Teresa, que caracterizaría una obra cargada de “espiritualidad”. Lo cierto es que Morales se consagró como sacerdote en sus años de Toledo, y que toda su obra es de tema sacro.
Desde luego Morales no es sólo el heredero de una tradición o el precursor de otros, sino un músico genial dotado de un estilo propio con rasgos bien definidos, por ejemplo, su inventiva en materia de ritmo.
Cristóbal de Morales se ocupó antes que nadie, desde sus años en Roma, de la publicación de su obra, que alcanzó enorme difusión y popularidad. Sus partituras se convirtieron en la base para innumerables adaptaciones instrumentales, sobre todo para vihuela, teclado o arpa, que estuvieron entre las más populares para amenizar reuniones privadas. Algunas aparecen en repertorios como el de 1547 de Enríquez de Valderrábano, o el de 1557 de Luis Venegas de Henestrosa.
No se discute la influencia de Morales sobre la obra polifónica de los compositores cronológicamente siguientes. Se ha destacado la que tuvo sobre Palestrina, que actúa de puente con el muy posterior Tomás Luis de Victoria. Palestrina, por ejemplo, basó una de sus misas en el motete O sacrum convivium. El propio Guerrero resaltó con orgullo su deuda hacia Morales, del que declara que había aprendido lo suficiente como “para poder emprender cualquier magisterio”.
La obra musical reconocida y publicada de Morales, a falta aún de mucho esfuerzo de recopilación, se clasifica en:
22 misas a 4, 5 y 6 voces.
81 motetes.
18 magníficats.
11 himnos.
Cinco juegos de «lamentaciones».
Algunas canciones y otras piezas profanas.
*** 2
Muchas gracias a todos.
KARL.
*** 1 Centro Nacional de difusión musical. Ref/ Cristobal de Morales. ¨** 1
*** 2 / Fuentes y contribuyentes del artículo
Cristóbal de Morales Fuente: http://es.wikipedia.org/w/index.php?oldid=54649276 Contribuyentes: Airunp, Aldney, Dajoropo, Dyon, Ecemaml, Emilcar, Escarlati, Ferbr1, Gabri-gr-es, Irus,
Jane Doe, Jmvgpartner, Juandelenzina, Jándalo, Kiekvogel, LP, Leonard Vertighel, Mushii, Netito777, Nixón, Olarcos, Posible2006, Sanbec, Tomatejc, Urdangaray, Wikielwikingo, 35 ediciones
anónimas
Fuentes de imagen, Licencias y contribuyentes
Archivo:Cristóbal de Morales.jpg Fuente: http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Archivo:Cristóbal_de_Morales.jpg Licencia: Public Domain Contribuyentes: Angelo Rossi /
*** DIVERDI/ Art. de: Andrés Ruiz Tarazona en el que refiere este cd: EN2002 CRISTÓBAL DE MORALES Réquiem. Lamentabatur Jacob.